Me salgo de la línea normal del blog, para escribir este post más personal, no sé si para hacer catarsis o para cerrar un ciclo, pero necesitaba escribirlo y dejar salir lo que mi corazón guardaba, como dice la canción de Luis Fonsi “un nudo en la garganta, no se suelta si se aguanta, las espinas no se deben tragar”.
Después de una semana dura y difícil con la hospitalización de uno de mis mellizos, Sergio, durante una de las noches que me tocó quedarme en casa con los otros dos peques, mientras mi marido se quedaba en el hospital con el bebé, notando como la habitación se sentía incompleta, mirando su cuna junto a la cama, vacía, llegué a esta reflexión. Recordaba a la tan citada periodista que afirma, nadie le contó nunca lo que era ser madre, como es que te cambia la vida y lo que ella describe… perder calidad de la misma. Fuera de polémicas entre si tiene razón o no, me preocupe por ella, sí, sí como lo lees; será que nadie le ha dicho que… LOS HIJOS DUELEN. Si acaso le causaba agobio no poder contestar un mensaje de Whatsapp o no poder ir a cenar con los amigos como antaño, no me imagino cuando descubra esta realidad.
Duelen y mucho. Esa sensación de impotencia que te invade cuando tu hijo o uno de tus hijos está padeciendo es indescriptible, serías capaz de todo, renunciarías a todo y descubres lo que duele “el dolor ajeno”. Creo que en esos momentos, si aun te quedaba una pizca de egoísmo en tu interior, este acaba por consumirse, no existe mal que no elegirías pasar en propia carne, antes que ver a tu hijo pasarlo. Y no solo hablo del un dolor físico porque hay dolores del alma que también pesan; desde la erupción de un diente hasta un padecimiento largo y complicado.
Como padres nos convertimos en expertos médicos, psicólogos, orientadores vocacionales, abogados, etc.; curamos pupas con besos, asustamos monstruos de debajo de la cama, nos conocemos la dosis del apiretal de memoria, pero también nos encontraremos con otros dolores, ¿cómo curamos un corazón roto?, ¿cómo reconstruimos un sueño que se desmorona?. Es cuando reconocemos que no todo lo podemos, qué no todo lo sabemos y que lamentablemente hay heridas que solo el tiempo en su gran sabiduría sanará.
En esta ocasión ha sido una enfermedad, pero algún día llegará uno de mis hijos con la tristeza de algún desamor, tal vez alguno no pueda cumplir su objetivo aun después de haberse esforzado mucho y ahí estará mamá y papá para acompañarlos, para abrazarlos y si hace falta compartir sus lágrimas.
Mis niños, no todo lo sé, no todo lo puedo y no todo lo tengo, habrá momentos que esa impotencia volverá a invadirme, que no tendré las respuestas que buscan pero una cosa les aseguro, jamás, jamás estarán solos, aun después de esta vida mamá los acompañará. Cuando no sea un monstruo bajo la cama, cuando no sea un llanto a media noche que necesite consuelo; cuando los retos vayan creciendo a la par de ustedes, aun cuando sean adultos, siempre encontrarán en esta su casa un abrazo y millones de besos para recobrar las fuerzas.
Sergio me dueles, me ha dolido verte lleno de tubitos en el cuerpo, verte sufrir por no poder dormir por la tos, cada pinchazo que te dieron en el hospital lo sentí y tu miedo fue el mío. Isaac me dueles, porque tuve que dejarte un poco de lado para atender a tu hermano, porque eres un bebé que necesita de mamá y no estuve todo el tiempo que lo necesitabas. Javier me dueles, porque con tus cortos 2 años y medio entendías entre lágrimas que mami tenía que ir al hospital para estar con tu hermano, porque tenías tantas cosas que contarme cuando llegaba a casa y nos quedaba tan poco tiempo antes de irnos a dormir.
LOS HIJOS DUELEN, pero en este dolor encuentro mi fuerza, me descubro más valiente de lo que jamás me imaginé, me descubro mejor persona y conozco a la luchadora que vive en mí. Porque gracias a ese dolor me doy cuenta que mi corazón no es solo mío, que reconozco mis defectos y límites pero no hacen más que impulsarme para ofrecerles lo mejor.
Y quiero aclarar que no es desear el mal a nadie, pero la vida es así y ser madre o padre es más difícil que el no dormir o no poder ir al cine; que esa “pérdida de calidad de vida” te sería poco a cambio de la felicidad y bienestar de tus hijos.
Estamos ya todos juntos y por fin esta casa vuelve a ser un hogar.
Los hijos duelen sí, pero ahí estamos para guantar ese dolor, el suyo, el nuestro…
Bonito post!
Ay amor. Pues imagino que en algún momento le dolerán, como a los nuestros. Yo el otro día me llevé un susto de muerte y no me han dado cita hasta mañana. Si le pasa algo me muero. Con eso te digo todo. Eres una mamá estupenda y tus hijos saben lo que tienen a su ladom
Me ha encantado Itzel!! Qué razón tienes!!
Y la gente se preocupa solo x cosas banales cuando ahí es donde te cambia la maternidad, cuando empiezan los dolores (físicos o del alma).
No sabremos todo pero estaremos ahí con ellos para lo q sea necesario.
Me alegro q ya esté bien el pequeñajo. 😘😘😘
Me quito el sombrero, nunca lo hubiese explicado mejor
Gracias, así es la maternidad, tiene sus altas y sus bajas. Un abrazo
Como te entiendo. Duelen infinito. Preciosa entrada.
Leo tu post con lágrimas en los ojos. Yo caí, yo era esa egoísta que creía que no poder atender el teléfono, ir al baño tranquilamente o comer en paz era lo peor que podía pasarme… hasta hoy… hasta hoy que ocurrió algo con mi hija que dolió de vdd… los hijos duelen mucho, y hoy, por primera vez lo experimenté así de fuerte.
Siento mucho que te pasará algo malo con tu peque y espero de corazón que esté bien. El amor a los hijos es lo que conlleva, miedos, en algunas ocasiones dolor, pero siempre tiene más recompensas. Un abrazo inmenso.