La mala del cuento

Siempre eres la mala del cuento…

¿Cómo se puede ser tan malvada o malvado?

Que si no se lava los dientes el ratoncito Pérez no vendrá por ellos, que si no se come la verduras no va a crecer fuerte como Ironman, que si no se pone crema solar no puede ir a la piscina, que si no se ducha olerá mal y nadie querrá jugar con él o ella.

¿Pero no ves que eso hace la mala del cuento?

Con lo que ha costado dibujar la puerta del ratoncito en la pared, con lo grave que será no ser Ironman y acabar siendo Hulk, por no decir que ahora sin piscina no conseguirá su medalla olímpica y lo peor de todo, porqué le arrancas la capa protectora que tanto le ha costado conseguir durante el día.

La mala del cuento

Si es que… vale, no es así.

Con los niños tenemos claro que las etiquetas son un error, pues con nosotros como padres también.

Aquí no se trata de héroes y villanos, ni de jugar al poli bueno o al poli malo.

No existe la mala del cuento.

Y no, no es una cosa de esas de la disciplina positiva que muchos erróneamente interpretan como un “que haga lo que quiera”.

Sabemos por su salud que deben lavarse los dientes, que deben comer alimentos saludables, que deben dormir sus horas, que hay que mantener hábitos de higiene.

Nos agobia y me incluyo de repente vernos envueltos en la dinámica del “NO”, creo que desde que soy madre nunca había dicho tantas veces “NO”, “no te subas”, “no te comas eso”, “no lo toques” y así un sinnúmero de veces.

Ante el cansancio recurrimos, sin caer en cuenta de ello, en amenazas, chantajes, premio-castigo y peor aún en culpas porque creemos que nuestros hijos nos acabaran odiando hagamos lo que hagamos.

A ver es cierto que ante un “me has arruinado la vida” de un niño de cinco años porque le has apagado la tele para irse a dormir justo en el momento que llegaba al desenlace la aventura de sus dibujos (que sí que lo ha visto mil veces, pero era la mejor parte) te deja con una sensación de ser la mala del cuento.

La mala del cuento

En base a la temática del blog me centraré en la alimentación, pero esto puede aplicarse a mil cosas de la crianza de nuestros pequeños.

En un post anterior les hable sobre “¿Cómo engañar a los niños para que coman bien?” y tanto en ese post como en este vamos a usar el sentido común.

Hay dos cuestiones que te harán olvidar tu papel de la mala del cuento.

El primero son los límites y dos el no subestimar a los niños.

Kit para quitarte el disfraz de la mala del cuento

Límites y responsabilidad

Escuché hace poco uno de los episodios del podcast  “Píldoras de psicología” de Alberto Soler sobre los límites.

Explica que cuando escuchamos la palabra “límite” tendemos a irnos a los dos extremos. Nos parece una palabra autoritaria y que no permite a los niños vivir en libertad o creemos que son infranqueables, que debe respetarse sin oportunidad alguna de negociación.

Alberto Soler deja claro que no es ni una cosa ni otra, pero que tampoco tenemos que cogerle fobia a la palabra, existen los límites y no son malos, son necesarios para convivir en sociedad, pero que no todos son cuestión de vida o muerte.

Tomemos en cuenta que durante la infancia de nuestros hijos nosotros somo los RESPONSABLES de su bienestar, los responsables, no los culpables.

Si tu hijo de seis años te dijera que se lo ha pensado bien y que no quiere seguir estudiando, tendrías claro que no es una opción, si te lo dice a los 20 años aunque no te hiciera gracia sabes que es un adulto y que las consecuencias las asumirá.

Entonces si tenemos claro que hay cosas que nos corresponde decidir como padres es porque entendemos que hay límites.

En relación con los alimentos que consumimos en casa, eres tú quien los compra, quien los guarda en la despensa y quien los ofrece.

Es muy recurrente el “es que no puede dejar de comer chuches”, pues no las compres o ve reduciendo su consumo, si no están en casa, no las pedirá.

Claro, claro suena muy fácil. No, no es fácil, es sentido común.

Límite: “niños menores de un año no deben consumir azúcar”

Ese es un ejemplo de ese límite que no está en discusión, aunque haya quien te diga que es muy cruel negarle un dulce a un bebé, pensemos que esto no lo dice cualquiera, lo indica la OMS y la AEPed.

Si alguien te llama mala por evitar el azúcar para tu bebé y te llama exagerada, cambia la jugada.

En caso de una enfermedad con un tratamiento eficaz no veo claro que alguien solo por el hecho de que su vecina, que no es médico, ni sanitario, le diga que se lo deje, que es cruel tomar tanta pastilla, ¿aceptaría abandonar su tratamiento?.

¿Por qué no? porque se lo indicó el médico alma de cántaro.

Pues ahora viene el sentido común, porqué debo tomar como exageración una indicación del organismo mundial  que después de miles de estudios ha determinado que es contraproducente para la salud de mi hijo consumir azúcar antes del año de edad.

límite negociable: es una ocasión especial

Un cumpleaños, una celebración, un momento puntual.

No se trata de comer hasta ponerse morados, pero puede permitirse el consumo (en mayores de un año) de alimentos superfluos.

Siempre habrá otras opciones, pero no puedes tampoco decidir por todo el mundo, si en el cumple de un amigo de tu hijo hay chuches no vas a reprochárselo a los padres.

Aun así en un momento hablaremos de cómo medir estas ocasiones puntuales.

NO OFRECER, NO NEGAR. Miles de veces les he hablado de esta pauta, no lo tengas en casa, no lo compres, pero si llega a darse el caso y tú decides que es oportuno puede comer esas galletas o bollería industrial que pide.

Siempre y cuando no olvides que esto no es moda, que la alimentación saludable en los niños no es hablar por hablar, la obesidad infantil es un problema serio de salud a nivel mundial, no le quitemos importancia con el “aisss si de algo nos hemos de morir”.

Volvería fácilmente al ejemplo de abandonar un tratamiento… “Para qué te tomas esas pastillas o para qué te operas, total si de algo nos hemos de morir”.

Limitar el consumo de alimentos superfluos o tomar la decisión de no consumirlos en absoluto no te convierte en la mala el cuento.

Decir la verdad, nos hará libres

No subestimar a los niños.

¿Cómo puedo hacer que mi hijo se coma todas las verduras sin decirle que no va a crecer?

¿Cómo le quito las golosinas y alimentos chatarra sin que se arme la tercera guerra mundial?

¿Cómo le obligo a que se ponga crema solar, a que duerma temprano, que se lave los dientes?

Primero busquemos quitar la palabra obligar, desde que se escucha ya tiene toda la pinta de acabar mal.

La mala del cuento aparece en nosotros cuando tenemos al pobre niño llorando en la mesa con ese trozo de pescado y calabacín que comienza a perder color de tanto esperar a ser comido.

La mala del cuento

Aparecen los chantajes, las amenazas.

No subestimemos a nuestros hijos, son muy listos.

No listos en el plan que nos toman el pelo, que los veo venir.

Me refiero que entienden si se les explica, entienden si algo se convierte en rutina y en hábitos.

Vuelvo a hacer referencia al episodio de Alberto Soler, el niño que pega de pequeño, lo dejará de hacer antes inclusive de que sea por reflexionar que esta acción lleva a una consecuencia, lo entenderá porque conocerá que es un límite que si se traspasa afecta la convivencia.

En casa no se pega, no se recurre a la violencia, entonces fuera tampoco.

En casa tenemos buenos hábitos de alimentación, entonces fuera de ella también se pueden mantener.

Un ejemplo: tu hijo está en la sección de chuches del supermercado y te monta una escena de la madre de dragones arrasando Desembarco del rey.

No hay necesidad de mentirle, decirle que si come chuches se le caerán los dientes, que no va a crecer o que Superman no consiguió sus poderes comiendo esas cosas.

Explicarles que no es bueno para su salud, que sabes que están ricas, pero que su cuerpo no las necesita.

Explicarle, adaptándonos a su edad, en sus palabras que no se puede comer chuches o bollería industrial todos los días, que habrá momentos para ello.

Recuerdo en una charla sobre melanoma que organizaron Madresfera y Novartis, una de las ponentes comentaba que no tenemos porque ser la mala del cuento obligando a nuestros hijos a ponerse crema solar, basta con explicarles el porqué es importante hacerlo.

Explicarles que el sol mola, pero que también tiene un efecto nocivo en su piel y su salud. No me refiero a contarle la historia del cáncer y la quimioterapia, vuelvo a insistir, debemos adaptarnos a su edad  y su lenguaje.

¿Qué nos tomará más tiempo explicar que obligar? Sí, definitivamente y toneladas de paciencia también.

Tal vez no lo entiendan a la primera, porque también están aprendiendo a recibir un “no” por respuesta y eso lleva tiempo comprenderlo.

Aun así el resultado será mejor, porque no es por obligar, no es un “porque lo digo yo”; haces participe a tu hijo de la decisión.

Va a sonar como un ejemplo exagerado, pero… no dejarías que tu hijo diera un trago al bote de lejía, es más, para evitar riesgos lo pones en un armario muy alto o lo dejas bajo llave.

El azúcar no es lejía, no es veneno, pero a lo que voy es que tú pones los límites al no tener estos alimentos superfluos a la vista o de manera habitual en la dieta de tus peques, decides los hábitos de alimentación que habrá en casa.

Así que quítate el disfraz de la mala del cuento y resérvalo para Halloween.

No es malo quien busca el bien para sus hijos, no es malo quien busca informarse y seguir las pautas que mejoren la salud de su familia, como no es malo quien informado decide que lo límites en su casa serán más laxos.

No hay héroes, ni villanos; no hay poli bueno y poli malo.

Somos padres y madres que están aprendiendo a serlo, que amamos profundamente a nuestros hijos, eso nunca nos convertirá en “la mala del cuento”.

 

 

 

 

 

1 COMENTARIO

  1. En casa entran en muy contadas ocasiones dulces. De hecho a veces se compran gominolas que acaban o duras o me las como yo. Tengo claro que no soy un gran ejemplo, pero he puesto límites. No se come comida basura, como algo excepcional una vez al mes si va con los abuelos. Y patatillas y derivados en ocasiones especiales, y así con todo.
    Eso también me ayuda a controlarme a mi.
    Besos.

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